Responde a: Ejercicio de relatoría significativa

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Donut worry be happy

-¿Quieres más?- me preguntó mi abuelita, -no, gracias, ya estoy llena- le contesté, -¡hum!, ¡pero qué poquito comiste!, ¿no te gustó?-replicó mi abuelita, -no es eso, todo estaba delicioso, pero que quiero guardar espacio para el postre (aunque ya no cabía nada más, contrario a lo que decía mi abuelita, había comido en 20 minutos lo que comía en una semana entera, pues su comida estaba deliciosa)- le respondí… -bueno, voy por el dulce, no tuve tiempo de hacer nada más, hice eso bien sencillo (una natilla tipo cajeta cubierta con huevo a punto de turrón y chispitas de colores, le queda deliciosa a mi abuelita, para nada es sencilla de hacer, pues lleva su tiempo y hay que menearle y menearle por mucho rato, pero su modestia no permite que ella diga otra cosa)- dijo mi abuelita y fue a traerme de aquel delicioso postre que me serví doble.

Creo que no solo pasa con mis abuelitas, creo que casi todas las abuelitas nos ven muy “flaquitos” y dicen que no comemos nada, parece que nos quieren engordar, pero siento que es a través de sus deliciosos platillos que nos quieren mostrar su amor y decirnos todo lo que significamos para ellas, les emociona que vayamos a visitarlas y compartir un rato en la mesa con ellas, pues el comer es sagrado, y normalmente usamos la hora de alguna comida como un pretexto para reunirnos o festejar algo con nuestros seres queridos.

Como muchas mujeres de su generación, mis abuelitas han dedicado su vida entera a su hogar y sus familias, ambas cocinaban a diario varios platillos y guisados, pero mi abuelita paterna, además hacia todos los días un postre; esa costumbre (la de comer postre, no de hacerlo) la llevó mi papá a nuestro hogar y a diario comíamos algo dulce desde que tengo memoria, me acostumbré a que así sucediera, todos los días por la tarde necesitaba algo dulce, aunque fuera algo sencillo (de lo que es sencillo de verdad, no como lo “sencillo” de mi abuelita) un chocolate o una galleta por lo menos; en mi pubertad quise yo sola comenzar a hacer mis postres y fui aprendiendo y haciendo las recetas de mis abuelitas; cuando el internet llegó, me aproveché de él y pude investigar y hacer más y más recetas. Cada día fui haciéndome más apreciativa y a la vez más exigente de la comida en general, pero siempre los postres guardaban un lugar especial.

Según diferentes estudios que he leído al azúcar nos crea sensaciones positivas en nuestro organismo, por eso cuando estamos tristes o estresados queremos un bote de nieve o un pedazo enorme de pastel como medicina

La ciudad en la que vivo es muy grande, encuentras de todo, incluso esas cadenas que hace todavía unos años solo había en Estados Unidos, pero muchas veces no se superan los sabores y estilos tan únicos de los negocios locales como las ”bombas” del Expiatorio a las que voy con mi mamá desde que yo era niña (y ella iba desde que estaba en la prepa), los elotes en vasito llenos de queso, mayonesa, crema, limón y chilito que nos encantan a mi hermana y a mí, o las deliciosas nieves de garrafa a las que fui con mi príncipe azul (spoiler alert: ya es mi esposo) a una de nuestras primeras citas, y pese a que me encanta y apasiona mi cultura, me fascina viajar e ir a conocer otras.

En una de mis aventuras probé unas deliciosas donas (pues yo siempre he amado las donas y era el pan que elegía cuando mi papá llegaba con la bolsa de pan dulce a la casa) que me inspiraron a querer tener mi propio negocio algún día, -no hay nada así de rico en mi ciudad- yo pensaba, y comencé a tejer sueños e ideas que veía algo lejanas, pues no contaba con dinero ni conocimientos para llevarlas a cabo.

Entré a la universidad, le echaba ganas a la escuela, salía de fiesta, me fui de prácticas a la playa (logré otro sueño de vivir por un tiempo en una playa), crucé el charco e hice mi intercambio en la ciudad del amor, París, sitio donde pude probar de los platillos, postres y vinos más deliciosos que he degustado en mi vida, fui a muchas fiestas, conocí a mi compañero de vida, me fui a más viajes y aventuras y al fin terminé mi carrera.

Poco tiempo después supe que era el momento para comenzar a hacer realidad ese sueño que desde hace varios años tenía, pensaba en que iba a realizar unos deliciosos postres (de mis favoritos) con ingredientes gourmet para que supieran riquísimos y que además estuvieran bien servidos, no “como para vender”, como dice mi papá, pues ¿no les ha sucedido que cuando por ejemplo, compras una quesadilla parece que le dibujan el queso? y quisieras que le pusieran más porque en tu casa le pones casi todo el kilo de queso, pues aunque yo lo fuera a hacer para vender, no quería que pareciera que era para vender sino que fuera hecho como si yo me lo fuera a comer, y con todo eso comenzó a correr rápidamente dentro de su bola el ratoncito que está en mi cabeza.

Tras varias pruebas y planeación, por fin el sueño de tener mi propia empresa llegó, desarrollé y creé exquisitas donas con ingredientes originales y deliciosos, han encantado a miles de personas en mi ciudad y en otras partes del estado, incluso de otros estados, pues clientes que van a visitar a sus familias en otras partes del país les han llevado a probar nuestras deliciosas Tabú Donuts, ¡ahora solo falta que tú las pruebes y te enamores!

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