Responde a: Ejercicio de relatoría significativa

#260719

@Marians

El Viaje

Andrea llegó a la ciudad de San Cristóbal de Las Casas en compañía de su amiga Julia. Habían salido de su lugar de residencia con la intención de olvidarse del estrés y preocupaciones típicas de la gran urbe.

Para Andrea sería un viaje muy importante, ya que había prometido a sus padres que al regresar, ella tomaría la decisión en la que tanto le habían insistido, la cual consistía en titularse de la ingeniería (la cual estudió por complacer a su familia) o realizar una maestría relacionada a esta área, pero su verdadera pasión había sido por siempre la pintura.

Fue así como el último verano antes de graduarse decidió emprender un viaje con su mejor amiga Julia. No fue tarea fácil decidir el rumbo al que se dirigirían, puesto que al no contar con demasiado presupuesto, tendrían que planear con mucho detalle la ruta, para no morir en el intento. Emocionadas y nerviosas se reunieron un sábado por la tarde en la casa de Andrea para tomar un mapa turístico de México, de esos que se puede comprar en las librerías, donde se ilustra lo más característico y tradicional de cada región. Ellas observaron detalladamente cada icono que se encontraba en los Estados, al mismo tiempo que se planteaban los pros y los contras de visitar uno u otro lugar. Sin querer a Julia le llamó la atención que había una circunferencia en la parte inferior del mapa donde aparecían varias imágenes como figuritas pequeñas de una pirámide, un sol con una palmera, una máscara, unos jarrones, un templo, y una muñequita con un vestidito con muchas flores de colores; inmediatamente se dio cuenta que era un Estado en el cual se encontraban concentradas varias atractivos para visitar, y dada la situación era una buena opción para conocer diversas cosas en una misma región. Continuaron por 15 minutos más revisando el mapa, y después de darle muchas vueltas, sintieron que algo había quedado en sus mentes, y ambas coincidieron que era sobre ese lugar en el cual se podían ver muchas cosas, por lo que a detalle volvieron a la imagen para identificar que se trataba del estado de Chiapas; intercambiaron miradas por un instante, y Andrea mencionó que había escuchado algo sobre ese lugar, pero lo que más recordaba era sobre que ahí vivían los zapatistas, ya que en una ocasión visitó una galería donde se estaba llevando a cabo una exposición fotográfica referente a este movimiento. Fue así como comenzaron a compartir pequeños detalles de lo que cada una sabía.

Esa noche ninguna de las dos pudo dormir, ya que las miles de ideas hacían que sus corazones latieran de una forma poco usual; era una especie de sensación adenalínica con espasmos de temor por lo desconocido. Al siguiente día, Andrea y Julia tenían decidido que ese era el lugar al que viajarían, una vez que ya habían leído en internet un poco más de información sobre la forma de llegar, que actividades realizar, y ver algunas imágenes de la naturaleza.

Compraron boletos de autobús directo a Tuxtla Gutiérrez, la Capital del Estado, ambas coincidieron que al menos en ese lugar podrían encontrar habitaciones de hospedaje a un precio económico y servicios básicos para poder desplazarse a los sitios que les habían interesado.

Llegó el día tan esperado del viaje, y con mochila, cangurera, gorra, lentes para el sol y un fuerte nerviosismo subieron al autobús con destino a tierras desconocidas.

El viaje fue largo y con varias paradas durante el trayecto, pero ellas estaban muy entretenidas observando los paisajes por las ventanas, cautivadas por lo verde de los árboles por todas partes. Al ingresar a Tuxtla Gutiérrez pudieron percatarse de que era un poco más grande de lo que habían imaginado, con varios centros comerciales y cadenas hoteleras y restaurantes, lo que también les sorprendió fue encontrarse con mucho movimiento, tránsito vehicular y con una infraestructura que no se imaginaban.

Inmediatamente al bajar del autobús, sintieron un calor que semejaba a que hubiesen ingresado a un horno, poco a poco sintieron como su ropa se humedecía por el sudor. Tomaron un taxi, el cual las llevó a un pequeño hotel al oriente de la capital chiapaneca.

Una vez que se refrescaron y tomaron algunos alimentos, decidieron bajar a la recepción para pedir información sobre algunos los lugares y actividades que podían realizar. Por suerte el joven recepcionista fue muy amable y les platicó sobre los recorridos a Chiapa de Corzo, y paseos en lancha al Cañón del Sumidero y sus miradores, también sobre San Cristóbal de Las Casas, la Zonas Arqueológicas de Palenque, Cascadas, Lagunas y varias otras cosas que distinguían al Estado y que no podían dejar de experimentar en su viaje.

Emprendieron partida a Chiapa de Corzo ya que les quedaba muy cerca, es así como siguiendo las instrucciones que escribieron en una pequeño papel llegaron a la Plaza Central de éste lugar donde hicieron un pequeño recorrido, fue en una tienda artesanal donde vieron esa mascara que les había llamado la atención y por fin supieron que era la de un “Parachico”, además de que la señora les contó la historia de este personaje y la celebración que actualmente realizan año con año en el mes de enero denominada Fiesta Grande, para posteriormente dirigirse al malecón. Tomaron una lancha donde compartieron con otras 20 personas más, cada una en su respectivo asiento y con su chaleco salvavidas; la sensación que les provocó recorrer el Río Grijalva por en medio de la falla geológica que se originó hace aproximadamente 12 millones de años, y que tienen de altura poco más de mil metros sobre el nivel del mar, con toda esa exuberante vegetación acompañada de las historias que el conductor relataba sobre el lugar, las hicieron percibirse tan pequeñas en un mundo tan grande. Después de dos horas maravillándose con flora y fauna, retornaron al malecón, y decidieron comer en uno de los restaurantes que se encontraba sobre éste. Disfrutaban de los deliciosos platillos y refrescantes bebidas, cuando comenzaron a sentir que el tiempo trascurría muy lento mientras escuchaban las notas de una canción interpretada en la marimba, y la brisa cálida humedecía sus rostros. Es así como después de dar una vuelta por el parque Central y tomarse unas fotos en la fuente estilo mudéjar que semeja una corona, partieron a su hotel para descansar, ya que sentían como que sus cuerpos hubiesen recorrido un maratón.

Al siguiente día, y siguiendo un poco con las referencias que les habían dado, decidieron viajar a San Cristóbal de Las Casas y pernoctar allá por algunos días para facilitar su desplazamiento a otros sitios que querían conocer; tomaron el transporte público donde les indicó el recepcionista, y en menos de una hora estaban en otro lugar completamente diferente. Al bajarse del transporte ambas pudieron percatarse de la gran panorámica montañosa que a la distancia las rodeaba. Era un día soleado y muy despejado, por lo que el cielo azul las dejó maravilladas, a pesar que corría un aire fresco, el clima era bastante templado.

Decidieron preguntar al chofer del transporte la forma para llegar al Parque
Central y a la Catedral, quién amablemente les indicó que caminaran aproximadamente ocho cuadras en línea recta desde donde se encontraban. Emprendieron la caminata y en el transcurso les causaba admiración el tipo de construcciones y la forma de las calles por donde iban pasando. Justamente a lado de un parquecito vieron un edificio que decía “Mercado de Dulces y Artesanías”, se encontraba justo a un costado de un pequeño templo, que posteriormente supieron que era dedicado a San Francisco; curiosamente antes de ingresar a este mercadito Julia vio un anuncio de información turística, por lo que convenció a Andrea para ir investigar de que se trataba. En esta pequeña oficinita encontraron a personal de la Dirección de Turismo del Municipio y les proporcionaron un mapa urbano de San Cristóbal en donde se encontraban señalados todos los museos, templos, centros ecoturisticos y sitios de interés de esta lugar, asimismo al reverso se encontraba otro del estado de Chiapas con los principales atractivos. Andrea se encontraba incrédula de la amplia museografía que ofrecía el pequeño pueblito, así como todo lo que les comentaron que se podía realizar. Aprovecharon además preguntar sobre algún hotel donde poder hospedarse, y en realidad se perdieron como la sexta sugerencia, ya que se dieron cuenta que hay muchos lugares donde hospedarse en este lugar.

Una vez que ya se sintieron más seguras, ingresaron al Mercado de Dulces y Artesanías, y sus ojos brillaban con tantos colores y detalles. Continuaron con su caminata hacia el Parque Central, al mismo tiempo que iban identificando su ubicación en el mapa que les obsequiaron, para localizar a su vez las recomendaciones de hospedaje, pero también entraban y salían preguntando en los establecimientos que se encontraban a su paso. Una vez que llegaron al Parque Central decidieron desayunar en uno de las cafeterías ubicadas sobre unos Portales que justamente está frente éste, y desde donde se puede observar el flujo de las principales calles, así como los edificios que fueron grandes casonas de los primeros fundadores de la ciudad y que aún preservan su estilo, la parte lateral de la Catedral y Templo de San Nicolás. La tranquilidad que sentían las hacia tomar momentos de silencio prolongado, mientras cada una observaba lentamente los detalles o simplemente veían fijamente algún punto, perdiéndose en las imágenes.

Después de desayunar se dirigieron a la Catedral y realmente al ingresar sintieron un frio que les recorría por todo el cuerpo, ya que se transportaron en el tiempo con cada pieza de arte sacro que las rodeaba, y aún les fue más sorprendente observar con detenimiento los detalles de la fachada principal.

Siguieron caminando por una de las calles peatonales que se dirige al norte, y a la segunda cuadra decidieron girar a la derecha ya que les atrajo el colorido de las casas y así fue como caminaron por dos o tres cuadras y encontraron un hotel pequeño con una fachada en colores acuarela y desde donde sobresalía un árbol de bugambilias, esta imagen las invitó de inmediato a indagar sobre costos y servicios del lugar. Decidieron que era el lugar perfecto, ya que al ingresar se encontraron con un largo pasillo con columnas de madera, y en hermoso patio con una veintena de macetas con diversas flores de muchos colores, así como unas mesitas muy pintorescas que invitaban a tomar el sol en ellas y contemplar ese cielo azul.

Una vez instaladas en su habitación, la cual guardaba un concepto muy original con detalles de textiles, ventanas de maderas, hermosos edredones, sabanas de algodón y café chiapaneco en una mesita con una cafetera, dos tazas y una botella de agua, decidieron salir a recorren un poco los alrededores de las calles cercanas, para la sorpresa de Andrea se encontraron con una pequeña galería-café, y de inmediato ingresaron para ponerse al tanto de lo que se estaba exponiendo en esas fechas. Julia pidió un café mientras hacían un recorrido visual del contenido de aquel lugar; para ellas era muy sorprendente encontrar estos pequeños espacios, sin embargo, ya habían escuchado de la relación de este pueblo mágico con diversas expresiones culturales. La tarde fue transcurriendo y poco a poco se fueron integrando entre los asistentes, fue así como Andrea conoció a Robert un extranjero que tenía 10 años viviendo en San Cristóbal de Las Casas, y quien era el dueño del establecimiento. Robert y Andrea platicaron por más de dos horas sobre historia del arte, conceptos y demás; mientras que Julia había familiarizado muy bien con la banda que tocaría esa noche.

Para su segundo día en San Cristóbal decidieron tomar un tour para conocer las cascadas del Chiflón donde se caracterizaba una denominada “Velo de Novia” por la forma que tiene al caer y los cientos de escalones que tiene para subir, así como para conocer los Lagos de Montebello.

A su retorno, pasaron por el centro de San Cristóbal, y a pesar de que tenían frio y cansancio, las luces y la vibra del lugar las convencieron para dar unas vuelta por las calles peatonales. Sin imaginarlo se encontraron con Robert, quien las invitó a un lugar para platicar y tomarse algo, sin pensarlo ellas aceptaron, no tenían expectativas pero se imaginaron un lugar muy serio y cultural, pero la sorpresa fue cuando llegaron ya que ese lugar parecía el ombligo del mundo, se encontraron con personas asiáticas, europeas, africanas y demás; entre temas Andrea le platicó a Robert sobre su interés en la pintura y también le mostró desde su celular un poco de los trabajos que había elaborado a lo largo de los últimos años.

Esa noche dejó algo en Andrea, pero que quizás Julia no lo percibía.

Al día siguiente, decidieron tomar un tour de dos días para conocer los vestigios mayas, y pasarla súper increíble. Se hospedaron en una cabañas dentro de la Selva, donde por las noches el increíble sonido de la fauna las hicieron sentirse en una película; hicieron recorridos para internarse en ella, practicaron diversas actividades recreativas de aventura. Asimismo conocieron la Zonas Arqueológicas de Palenque, Bonampak y Yaxchilán donde se transportaron en el tiempo con toda esa magia de la herencia Maya. Fue una experiencia sin igual que les marcó la forma de percibirse en el Mundo.

Al retornar a San Cristóbal de Las Casas, se dirigieron a su hotel donde disfrutaron en aquel patio colonial de una aromática y caliente taza de café acompañada de panes locales, mientras decidían que era lo que continuaría durante su viaje. Andrea expresó su interés por conocer los museos, y por otra parte Julia quería conocer alguno de los centros ecoturisticos. Fue así como acordaron que destinarían la mañana para visitar el orquideario y hacer un poco de senderismo interpretativo, y por la tarde conocer algunos de los principales museos. Por la noche salieron a cenar con Robert, quien les dio un recorrido por los miradores además de llevarlas a conocer algunos barrios tradicionales cercanos al centro. Robert aprovechó la ocasión para platicarles sobre las comunidades indígenas cercanas, las cuales guardaban un gran sincretismo en sus expresiones religiosas y culturales; por lo que se ofreció para ser su guía si ellas estaban interesadas en visitar estos lugares, a lo que Julia y Andrea aceptaron de inmediato.

Al llegar a San Juan Chamula se encontraban con nerviosismo, ya que no lograban dimensionar lo que estaba a punto de observar, pues cuando ingresaron al templo principal la piel se les erizó, el aroma que percibían recorría todo su organismo, y sus ojos luchaban por ver entre aquel ambiente nebuloso, fue una sensación inexplicable al ver que en el lugar no hay bancas y las personas que ahí se reúnen hacen diferentes expresiones de culto religioso sobre el piso, el cual está cubierto de juncia de pino, y muchas otras cosas más que Robert les fue explicando. También visitaron Zinacantán donde se quedaron maravilladas con el gran colorido de la artesanía presente en toda la comunidad, que reflejaba su cosmovisión al ser un lugar productor de flores.

Esa noche fue decisiva para Andrea porque lo que más deseaba estaba frente a ella. Pensaba en como hubiera sido su vida de haber nacido en San Cristóbal, y todo lo que podría realizar desde este lugar mágico, cosmopolita, tan lleno de lugares evocadores y que invita al desarrollo de la imaginación. Así que platicó con Julia y decidió no regresar a casa; Robert le había propuesto un trabajo en la galería, y un pequeño espacio ahí mismo para vivir.

Andrea es hoy una de las mejores pintoras en la Ciudad, tiene una galería pero también cuenta con una escuela donde comparte diversas técnicas. En conjunto con Robert crearon una organización que fomenta donde se cultiva la creatividad, la innovación y el trabajo en equipo en diversos ámbitos culturales.

Sus padres
comprendieron que ella era más fuerte de lo que pensaban y apoyaron su decisión.
Ellos la visitan cada navidad en Chiapas desde hace varios años en que Andrea
se convirtió en parte de la panorámica local de San Cristóbal de Las Casas.

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